Más allá de lo visible

Relatos encadenados (grupo 2)

relato con dos finales
final 1
final alternativo

Érase una vez un niño llamado Félix, que tenía 12 años y vivía en Mérida. Félix es un niño muy simpático y alegre. Siempre con una sonrisa. Félix tenía un padre y una madre, llamados María y Miguel. Toda la familia era muy feliz, pero resultaba que tenían muy poco dinero; no tenían dinero ni para pagar la luz ni el agua de su casa; con el poco dinero tenían lo justo para un bocadillo y poco más.

Un día no tenían dinero para comer y fueron a un supermercado. Cuando Félix estaba en el supermercado, le preguntó a su padre Miguel que si podía comprarle un bocadillo, pero el padre le respondió que no porque no tenía dinero. A Félix se le ocurrió una idea para poder comer ese mismo día. Félix le dijo a su padre esa idea: le dijo que si podía robar pan y un chorizo para hacerse un bocadillo; al padre le pareció mala idea, pero al final dijo que sí porque tenían mucha hambre. Cuando fueron a irse con el pan y el chorizo guardado en el bolso de la madre, pitó la máquina de robo de salida.

(Álvaro Barrero – 1ESO C)

Al pitar la alarma se acercó la cajera a ver si era un problema que a veces pasaba, pero se dio cuenta de que el bolso de la madre estaba muy lleno y le pidió por favor que lo vaciase; el guardia también se acercó porque su compañera tardaba mucho y vio cómo sacaban el pan y el chorizo del bolso. El guardia le pidió a la madre explicaciones de por qué lo habían robado y que si lo podía pagar o, si no, no se lo podrían llevar. Félix le contó que tenía tanta hambre que quería hacerse un bocadillo y se lo dijo a su padre pero él no podía pagarlo, y Félix lo metió sin que sus padres se dieran cuentan. Al guardia le parecía creíble y por eso solo le quitaron la comida robada y los dejaron marchar.

(Rubén Corbacho – 4ESO A)

La situación se volvía a repetir; no hace más de tres días ocurrió el mismo episodio en otro supermercado. Su cuenta del banco estaba en números rojos después de que perdieran más de la mitad del dinero que tenían en una apuesta. De un día para otro les cambió la vida. Y más si la familia iba en aumento. Sí, Félix iba a tener un hermanito o una hermanita, todavía no se sabía porque era muy temprano. Bueno, no lo sabía ni la propia familia aún. Hace unas semanas atrás, María empezó a encontrarse rara. Estaba con náuseas, vómitos y su sentido del olfato se había desarrollado mucho. Le extrañaba mucho y no podía quedarse con la duda. Se hizo un test de embarazo y efectivamente salió positivo. Al día siguiente, fue al hospital a ver a su matrona y esta le confirmó que estaba embarazada. Pero no era un embarazo como el que tuvo con Félix, no. Esta vez, venían en camino gemelos. María se desmayó al enterarse y, una vez que se recuperó del susto, empezó a pensar cómo contárselo a la familia.

(Isabel M. de Navas – B1F).

Viernes, 9 de octubre; 8 meses después.

—¡Deprisa! ¡La perdemos! —el corazón de María latía cada vez más fuerte. A su lado, se encontraba Miguel, corriendo a compás de la camilla que se dirigía hacia el paritorio. —Todo va a salir bien —decía su marido entre lágrimas—. Te estaré esperando. Miguel vio desaparecer a María tras las puertas de aquella sala del hospital. Se le vino el mundo abajo en cuestión de instantes. Y Félix no sabía nada. Él se hallaba en el instituto peleándose con las matemáticas. Las detestaba. En la media hora de recreo de que disponían, el joven recibió una llamada de su padre, en la que este le decía que fuera a casa de su abuela Lola a comer. Félix no pidió explicaciones y accedió contento, ya que le encantaba pasar horas y horas con ella y charlar sobre mil temas. El resto de la mañana se le pasó volando, deseando llegar a los brazos de su abuela. En cambio, la aguja del reloj del hospital parecía no girar para Miguel. La espera se le hacía eterna. Eran ya las cuatro de la tarde, y Félix se encontraba dormido en el salón, después de haberse zampado el famoso estofado de la abuela. El móvil de Lola comenzó a sonar y fue rápidamente a descolgarlo. Era Miguel, el marido de su hija. Segundos más tarde, a Lola se le cayó el teléfono de las manos.

María acababa de entrar en coma.

(Gala Díez – 4ESO A)

Félix escuchó el golpe seco de la caída del teléfono y fue en un instante a ver qué sucedía. Cuando llegó vio a su abuela pálida, sin poder gesticular palabra… Ella simplemente añadió:

-Félix, ven, tenemos que hablar, pequeño…(su abuela le contó todo y rápidamente se dirigieron al hospital).

Félix estaba muy enfadado con todos porque nadie le había dicho nada; así que se fue a despejar sus ideas dando vueltas por los pasillos del hospital. Encontró a una niña de unos 6 años: vestida de buenos trajes; sola en medio de un siniestro pasillo. Estaba desubicada, hablando y dando vueltas…Él fue a preguntarle por qué estaba sola y dónde estaban sus padres; a lo que ella contestó:

-Mis padres han ido a hablar con el médico y no han vuelto…

(Había un silencio intrigador). Ella añadió mirando hacia su lado izquierdo:

-Pero no estoy sola.

Él miró hacia todos lados y se dio cuenta de que no había nadie. Aún así le preguntó a la misteriosa niña:

-… Pero si solo estamos nosotros dos…

La niña muy enfadada le gritó:

-¡¡¿Por qué?!! ¿Por qué todos le ignoran?!! ¡Él NO es invisible! ¡¿Es que no le ves?!

(Ana Isabel Écija – 4ESO A)

Félix se giró y la niña había desaparecido. Entonces Félix pensó que esa niña era un fantasma.

Él se desmaya, cuando se despierta está en una camilla rodeado de médicos que le observan. Él pregunta por su madre a los médicos y estos le dicen que su madre ha salido del coma y que ha tenido a sus dos hermanos.

Sale corriendo a conocer a sus hermanos y a ver a su madre. Ellos están bien y el médico les dice que dentro de tres días se irán para casa.

Su padre, mientras tanto, ha comprado un cupón de la once y les ha tocado el gordo, así que su vida da un giro inesperado y son millonarios. Vuelven a su casa a los tres días y con el dinero deciden montar una pastelería. Su madre es una excelente cocinera de tartas y pasteles de todo tipo.

(Mario García – 1ESO B)

Hoy era la inauguración de la pastelería y estaba muy nervioso. Era lunes y por desgracia tendría que ir al instituto. En los últimos días estuvo haciendo varias tareas, la de dar publicidad de la pastelería en el instituto y en su casa la tarea de convencer a sus padres para no ir esa mañana y poder estar con ellos desde el principio. Ya estaba en el recreo con su mejor amigo, Jorge. Se le ocurrió escaparse, pero sabía que eso estaba mal y le caería la del pulpo, así que se conformó con esperar otra eternidad hasta que se acabara el instituto. Al acabarse, fue corriendo a la pastelería y le hizo mucha ilusión que viniera Jorge. Cuando llegaron, su madre les dio la bienvenida y les señaló unos delantales, lo que significaba “a trabajar”. Los delantales no eran muy masculinos y eso le daba mucha vergüenza, pero él sabía lo que era pasarlo mal y no se quejaría. Antes de empezar a servir y recoger, su madre le dijo: “Ten cuidado y no te esfuerces que no queremos que te pase lo que te pasó en el hospital”. Desde ese momento no vio a la niña, la cual creía que era un fantasma. No le había dicho a nadie que la vio, pero él estaba seguro de que fue producto de su imaginación. Ya eran las seis de la tarde cuando entró una clienta muy especial, era la chica que le gustaba a Félix. Él le dijo a Jorge que se encargara de su comanda, pero él lo empujó acercándolo hacia esa niña. Al final le tomó la comanda, pero no pudo dejar de pensar que llevaba ese delantal y la cara llena de harina.

(Jaime Luna – 3ESO G)

Félix estaba tan nervioso que apenas podía hablar, le sudaban las manos. La chica le preguntó qué le pasaba, si estaba bien, a lo que a duras pena respondió que sí. Entonces le tomó el pedido. Cuando se fue, corrió al baño, nervioso, lamentándose por haber hecho el ridículo delante de Laura, ¡la chica que le gustaba!.

Al día siguiente, su amigo Jorge le convenció para escaparse. Iban andando por la calle y Félix notó cómo empezaba a marearse. Jorge le preguntó qué le pasaba, pero Félix no contestó, se cayó al suelo. Ahora estaba en un sueño y, mirase por donde mirase, lo único que veía era a esa extraña niña del hospital. Solo escuchaba a esa niña pidiéndole “¡Ayúdame, ayúdame!”.

Cuando despertó, estaba en su casa, tumbado en la cama con su padre al lado. Félix le preguntó qué había pasado, y él le contó que se había mareado y Jorge les avisó por teléfono.

A la hora de la comida Félix solo podía pensar en esa extraña chica y en ese extraño sueño.

(Mario Molina, 1 ESO C)

Final 1:

Su familia estaba preocupada, ya que Félix no había probado bocado.

— Félix cariño, no has probado bocado. . . – le dijo su madre.

— Hoy hay pollo, es tu comida favorita, me extraña que no comas. ¿Estás enfermo? -corroboró su padre.

Félix no respondió, siguió dándole vueltas al pollo mientras la salsa mojaba su tenedor; aquella chica le tenía intrigado ¿Quién era? Era la duda que más rondaba por su cabeza.

Finalmente, al no probar bocado, sus padres le retiraron el plato, seguidamente él se fue a la cama diciendo que le dolía la cabeza, lo cual no tenía nada de mentira. Cuando ya estaba dentro de su cama el cuarto se tornó a un color oscuro y dejó de escuchar la televisión proveniente del salón, es más, sólo escuchaba un pitido agudo. Asustado, el chico intentó moverse, pero era imposible, estaba pegado a la cama. La niña que había visto en aquel hospital apareció en la esquina del techo, colocada en posición de araña y el cuello girado hacia abajo; Félix intentó gritar, pero fue en vano.

Nadie le escuchaba.

Aquella niña se acercaba a él poco a poco, hasta llegar al punto de estar encima, estaba a punto de agarrar su cabeza, hasta que…

— ¡Félix, Félix! -se oía una voz de mujer-. ¿Será posible? ¡Te has vuelto a dormir en clase!

Inmediatamente toda su clase se comenzó a reír, aunque él no le veía risa a la situación, simplemente giró su cabeza en dirección al pupitre de Jorge, pero él no estaba, es más, había otra niña.

— Y ¿y Jorge? – comentó asustado.

— ¿Jorge? -preguntó su maestra intrigada. Nunca hubo un Jorge en esta clase.

(Fátima Luisa Valiente, 1ESO B)

Final Alternativo 2

Solo en ese instante, Félix se dio cuenta de que la chica que había jurado ver en el hospital, era la misma de la que estaba enamorado.

Y es que su cabeza no se equivocaba. La joven de reflejos rubios en el cabello y vestido blanco que creía ver era idéntica a la joven que vestía unos shorts con una camiseta de su grupo favorito y unos cascos conectados al móvil.

Félix estaba enamorado de Laura y, por tanto, de aquella chica que se asemejaba a un espejismo.

Para entonces, la adolescente de ojos claros y pelo oscuro, Alicia, ya había cerrado el libro “Más allá de lo visible” por el capítulo 16. A la noche siguiente seguiría leyendo acerca de Félix y la increíble historia que se estaba narrando. Por ahora, nada más. Alicia deja el libro sobre la mesilla y apaga la luz. Allí, en la oscuridad, ya reposaban las mil historias que quedaban por leer y contar sobre Félix y aquella misteriosa chica.

(Gala Díez – 4ESO A)