Relato en cadena4: Albanum Maleficarum

Esta historia comienza en una clase de un instituto normal, podría ser perfectamente el tuyo, pero era el instituto de Sandra. Sandra era una chica que acababa de llegar nueva a la ciudad y era su primer día de instituto. Era una chica alta, morena, delgada, le encantaba el deporte, los perros, amaba los caballos, pero lo que más le gustaba era leer libros.

A Sandra le apasionaba leer y por eso preguntó a su nuevo compañero de clases, Luis, dónde estaba la biblioteca del instituto; estaba ansiosa por saber cómo era la biblioteca de su nuevo instituto. Ella se la imaginaba muy grande, con muchas estanterías y repleta de libros de todas clases: libros de historia, libros de acción, libros de aventuras, libros de magia…

En la casa de Sandra no hay muchos libros porque a sus padres y a sus hermanas no les gustaba leer como le gustaba a Sandra; para no sentirse diferente, Sandra tampoco tenía libros en su habitación. Apenas había una docena de libros en toda la casa y es por ello por lo que a Sandra le apasionaban las bibliotecas y de ahí que preguntara a Luis por la del instituto.

Luis le contó que la biblioteca estaba en la planta baja del instituto y que era Lucía, la conserje, la que se encargaba de abrir y cerrar la biblioteca para los alumnos que la necesitaran. Sandra fue a buscar a Lucía y le pidió poder entrar en la biblioteca para poder leer un libro. Se quedó fascinada por la cantidad de libros que había, la biblioteca era enorme. Sandra no tardó en coger un libro enorme que había en una de las estanterías, el libro destacaba por su gran tamaño y por la cantidad de polvo que había sobre él, era como si jamás lo hubiesen cogido. Sandra, con mucha emoción, se dispuso a abrir el libro pero tal fue su sorpresa al ver que las páginas estaban en blanco. No había nada escrito, cientos de páginas en blanco. Algo no era normal: un libro en una biblioteca con un montón de páginas ¡y todas en blanco!

Henar Martínez, 1ESO E

A Sandra le quedaban cinco minutos para salir de la biblioteca porque iba por turnos y encima había tocado el timbre. Se fue a la siguiente clase y llegó justo a tiempo porque el profesor de matemáticas estaba por el pasillo cuando ella llegó. Sandra no se podía concentrar después de haber visto ese gran libro con las páginas en blanco, el profesor le llamó varias veces la atención, pero Sandra seguía en su mundo pensando en por qué en una biblioteca tan grande uno de los libros tenía las páginas en blanco; estaba súper confundida y cuando se fijó estaba el profesor delante de ella y toda la clase cuchicheando y riéndose. Asustada y confundida, le dijo al profesor que le perdonara, pero el profesor no le hizo caso y la llevó al despacho del director. Sandra deseando que se acabara la clase para no meterse en problemas el primer día de clase.

Cuando llegaron al despacho del director, estaba asustada pensando en qué le iba a decir su madre. El director le dijo que se tranquilizara pero Sandra no podía. El director se acercó a ella y le dijo: “ No voy a llamar a tu madre ni a tu padre y te dejo ir si esto no

Marta Santiago Calleja, 1ESO A

se lo cuentas a nadie”. En este instante, Sandra se imaginaba inmensas cosas inexplicables que el director, Edward, podría decirle. Pero, en este caso, cerró la puerta de su despacho y sacó un arma de fuego, una pistola para ser específicos, y le dijo a Sandra con un tono de superioridad:

– Sandra, sé que viste un gran libro, ese libro es muy especial y es que todos mis antepasados tienen la esperanza de poder leerlo, pero hasta ahora nadie de mi núcleo familiar consiguió descifrarlo porque, para leerlo, hay que hacer un complicado ritual. Sé que te estás preguntando por qué te digo esto. Mira, de todas estas generaciones necesitábamos a una chica con tus cualidades, eso se debe a que una de tus antepasadas, Miriam, es igual que tú mental y físicamente. Llevamos investigando sobre ella desde que Miriam nació.

Sandra no sabía qué decir, era mucho para asimilar y Edward seguía hablando:

– Si no me equivoco, tu tataratatarabisabuela era Miriam; ella era bruja e hizo el libro, su ritual para descifrarlo es: 1 sangre de

-Adriana Moreno Tovar, 1º ESO F

Cobra Real, la serpiente más venenosa del planeta; 2 mezclarla con cera derretida de vela negra.

Sandra, anonadada por esa situación, no sabía qué hacer y menos qué decir. Así que aprovechando que el director estaba distraído contándole todo aquello se le ocurrió una arriesgada idea… Sin dudarlo se abalanzó contra él y este cayó desplomado al suelo.

Sandra abrió la puerta del despacho y comenzó a correr por el largo pasillo, encontró las escaleras y las bajó esperando salir cuanto antes de ese instituto. Miró la hora y resultó que todos se habían ido, se habían ido sin ella. Estaba sola en aquel sitio. Ella, en un intento de salir de ahí, fue hacia la puerta principal corriendo más que nunca, más que cuando la obligaban en educación física, más que cuando jugaba al escondite en su casa, más que cuando veía a su antepasada Miriam en la puerta de su cuarto cada noche.

(Marcelo Alegría Rodríguez, 2º ESO G)

Al salir del instituto, Sandra siguió corriendo hasta que llegó a la puerta de su casa.

La casa de Sandra era exactamente igual que las demás casas que había en su calle; dos pisos, paredes amarillas, con tres ventanas cuadradas de color blanco colocadas en fila por encima de una puerta roja y acabada con un tejado marrón de ladrillos.

Cuando entró, saludó a su madre como todos los días y subió corriendo a su habitación. Cerró la puerta y tiró la mochila encima de la cama. Encendió su ordenador y metió en el buscador el nombre del director de su instituto: Edward Bane. Le salieron varias redes sociales y su nombre en la web del instituto, pero nada relacionado con un libro mágico.

Bajó a la cocina donde estaba su madre y le preguntó sobre su día, lo cual no hacía nunca. Su madre se extrañó pero igualmente le respondió:

– Muy bien. ¿Y qué tal tu día en clase? preguntó.

– Genial, mamá; pero me gustaría preguntarte algo… ¿Has oído hablar de Miriam?

Celia Peñato Rivera, 2D

Carmen, su madre, quien se la quedó mirando confundida, le respondió:

– ¿Cómo conoces ese nombre?

Acto seguido, empezó a contarle una anécdota que le sucedió cuando ella era pequeña. Al igual que Sandra, ella también había estudiado en el mismo instituto, que tenía un director distinto al actual; y una vez, intrigada por ver cómo era la biblioteca, le pidió al antiguo encargado de la biblioteca si la dejaba pasar. Al rato de ver los libros, cogió ese libro y se sorprendió debido a que ninguna página tenía la mínima gota de tinta. Justo en ese momento entró el encargado, Fernando, y tras ver que tenía ese libro, le habló de Miriam. Carmen reaccionó de igual manera que su hija, salió corriendo sin antes decirle nada a Fernando, ya que la asustó con la historia. Al llegar a su casa, trató de guardarse en secreto lo ocurrido, pero no tardó más de una semana en contárselo a su madre, la abuela de Sandra. Ella esperaba aquel momento con toda su alma ya que ella no había podido descifrarlo y se necesitaba a alguien para poder hacerlo. La abuela le entregó a Carmen varias herramientas:

Isaac Hernández Mulet, 4C

Tras hacerle entrega a Carmen de aquellas herramientas, esta simplemente decidió volver a su hogar para intentar pensar un poco en la situación. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué en ese momento? La mujer tenía tantas preguntas y tan pocas respuestas…

Sandra, intrigada por aquel tema, decidió pedir prestado en la escuela aquel libro en blanco para así llevarlo a su casa junto a su madre.

El director, enfadado con el encargado de la biblioteca, decidió buscar a Sandra pero esta ya se encontraba entrando por su casa.

-Mamá traje el libro. Necesito que por favor me expliques todo esto.

La madre soltó un leve suspiro, ya sabía que esto pasaría algún día pero nunca pensó que fuera tan pronto… y menos a su edad.

Alex Lledó Gómez. 4G

La madre, un poco preocupada, se sentó en el salón de la casa junto a Sandra y el libro. Antes de abrir el libro, la madre de Sandra le dijo que como lo abrieran e hicieran el ritual ya no habría vuelta atrás y su forma de vida cambiaría. Esta asintió con la cabeza y se pusieron manos a la obra con el ritual. Sandra le dijo a su madre que el director, Edward, le había dicho cómo empezar y los ingredientes que se necesitaban, también le preguntó de dónde iban a sacar esos ingredientes y Carmen respondió que ella sabia que llegaría este momento y que los tenía almacenados en la buhardilla de la casa.

Mientras tanto, el director seguía en su busca.

Ya, con todos los ingredientes sobre la mesa del salón, comenzaron pero un poco antes de empezar escucharon algo raro, como si alguna fuerza les impidiera hacerlo.

Elías Martín Corón, 4C

Aun con el presentimiento de que algo iba mal, continuaron con el ritual.

Carmen le pidió a Sandra que tratara de recordar lo máximo posible de los pasos de ritual.

– Primero… Primero hay que coger la sangre de la Cobra Real y… ¡Espera, mamá! -exclamó con ansia. ¿Por qué tienes sangre de Cobra Real en la buhardilla?

Carmen frunció el ceño y en ese momento la casa al completo comenzó a temblar.

-¡NO TENEMOS TIEMPO DE PREGUNTAS! – exclamó Carmen muy enfadada. Trata de recordar el siguiente paso, ¡no nos queda más tiempo!

Sandra cerró los ojos, tratando de concentrarse.

– Vale, vale… Había que mezclar la sangre con… con… ¡con cera de vela negra!

– Vale, listo. Siguiente paso, ¡vamos!.

La casa seguía tambaleándose sin cesar y cada vez eran movimientos más bruscos… De repente, la mezcla se derramó de golpe sobre el libro, el cual estaba apoyado en un vaso de forma vertical enfrente de ellas y de éste comenzaron a salir destellos de luz y Carmen, sin dudarlo ni un solo momento, lo abrió. Algo inesperado para ambas sucedió frente sus ojos… Comenzaron a aparecer símbolos y letras desordenadas y Carmen dijo una frase en latín: «Tui gratia Iovis gratia sit cura». De repente, empezó a convulsionar. Los haces de luz que emitía el libro cesaron. Sandra suspiró y miró a su madre.

Carmen tenía haces de luz que salían de sus ojos como lágrimas y, a medida que el libro dejaba de emitirlas, se volvían negras.

Sandra trató de cerrar el libro, que se oponía a cerrarse… Por fin lo consiguió, miró a su madre, pero ésta yacía en el sofá recostada y sin poder articular palabra. Aún así, no todo había acabado: la casa seguía temblando como si de un terremoto se tratara.

Sandra, despavorida, subió a la buhardilla y según ascendía, el temblor era más y más notorio. El hipocentro del temblor venía de un baúl que ella nunca había visto allí, y que estaba en el medio de la buhardilla. Estaba abierto, repleto de polvo y suciedad.

En su interior se hallaban dos frascos en los que ponía «antídoto»

Sandra se dirigió lo más rápido posible hacia su madre. Tenía que elegir entre los dos frascos… pero acabó dándole los dos a la vez, al no poder decidirse.

El temblor de la casa cesó, pero su madre comenzó a convulsionar y a emitir haces de luz.

Sandra se tapó los ojos con las manos y se escondió detrás del sofá.

Escuchó a alguien toser y salió de su escondite. Era la mujer que su madre tenía en el collar. Era su tataratatarabisabuela.

Ella le explicó que había vivido atrapada dentro de ese collar durante siglos y que fue Edward quién le ofreció un vaso de agua envenenado con una de las pócimas que él mismo hacía por haberle rechazado…

Edward seguía tomándose las pócimas antiedad para mantenerse joven a pesar del tiempo.

Ana Isabel Écija Fernández, B1H