P64. Pedro Estévez relato corto

Cabecera: Pedro Estévez relato corto
Sección: Radio creativa
Alumnado participante: Alumnos del programa experimental Quédate.

Fotografía: Ismael Molina (2º ESO A)
Alumnado participante: Pedro Estévez Hernández (3ºESOA) y otros componentes del programa experimental Quédate.
Profesor responsable: Alfonso T. Pimienta García.

En esta ocasión hemos realizado una interpretación del relato corto creado por Pedro Estévez, alumno del programa Quédate. En una sesión del programa Quédate hemos utilizado la radio del centro para dramatizar el relato corto.

Duración: 10:40 min. Fecha: 03-octubre-2019
Género:  Relato corto
Técnicos: Alfonso T. Pimienta García / José Manuel Calero Romero

MEMORIAS DE UNA PROFESORA.

Era una mañana tranquila, de esas que tienen alguna nube en aquel cielo azul que se iluminaba sobre Badajoz. Sara estaba desayunando unas tostadas de mermelada de fresa acompañadas con un zumo de naranja. Después de acabar con su desayuno, preparó su maletín con los libros de lengua de cada curso al que le tocaba impartir clases ese día. Cogió sus llaves, miró el calendario y se dijo: “Por fin viernes…”

Al llegar a su instituto y prepararse para el comienzo de las clases, se encontró a su astuto compañero de trabajo Mark. Estuvo charlando con él hasta que el irritable e inoportuno timbre del centro interrumpió la conversación. Sara tenía un secreto: estaba completamente enamorada de Mark.

Cuando llegó la hora del descanso, fue a tomarse un café. Cuando la máquina estaba llenando el vaso, escuchó una voz detrás suya. Era la inconfundible y dulce voz de Mark.

-Sara, tengo algo que comentarte… – Dijo su admirado compañero.

Ella, desconcertada, se giró rápidamente.

– ¿Qué pasa?

Bueno… Querría saber si te gustaría quedar esta noche para cenar conmigo.

En ese momento la máquina de café se paró y de repente le pareció como si el tiempo no pasara para ninguno de los dos. No se lo podía creer. El hombre del que estaba enamorada le estaba pidiendo una cita.

– Por supuesto. – le respondió sin pensar.

– ¿Te parece bien si te recojo en la puerta de tu casa a las 20:00h?

– Claro, estaré preparada. – dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

– Allí estaré.

Después de esas últimas palabras, sonó de nuevo ese timbre al que tanto odiaba que marcaba el final del descanso y la vuelta a las clases. Sara estaba especialmente feliz y algunos de sus alumnos se dieron cuenta, pero ninguno se atrevió a decir nada.

Pasó sus tres clases restantes que le quedaban por dar pensando en cómo iba a ser la cita. Era como si por fin hubiese llegado su momento de gloria, su oportunidad de triunfar.

Al salir del instituto, Sara le estuvo esperando para irse juntos a casa como normalmente hacían, pero… no estaba. Pasaban los minutos y no llegaba. Llamó con su teléfono móvil a Mark, pero ni tan siquiera daba tono de llamada. Así que decidió irse a casa, preocupada por lo que le pudiera haber pasado a su compañero.

De repente se acordó. Los profesores debían salir cuanto antes para poder comer y llegar a la reunión sobre el alumnado. No lo dudó y se puso en marcha hacia su casa. Aun así, seguía preocupada por Mark. No sabía si estaba bien o no al fin y al cabo.

Tras salir de su casa y emprender el camino hacia su instituto, se encontró a Mark. Iba firme y con el semblante serio, con la mirada perdida, esos ojos azules mirando al infinito mientras pensaba en sus cosas. Sara entendió en ese momento por qué le gustaba tanto estar con él.

– ¡Mark, espera! – le dijo cuándo lo vio.

Mark volvió en sí mismo, se frenó en seco y se giró lentamente.

– Hoy a la salida no estabas. ¿Por qué no me esperaste? Me tenías preocupada…

– Tenía que irme rápido para llegar a tiempo a la reunión, lo siento si eso te ha molestado… – Respondió sintiéndose mal por ello.

– No pasa nada, después de todo estás bien. – Contestó con una pequeña sonrisa. – Vayamos juntos.

En el camino estuvieron charlando sobre la actitud de sus alumnos, sus calificaciones, sus relaciones con otros alumnos…

Llegaron al instituto escasos minutos antes de la reunión, por lo que no tuvieron tiempo de hablar más. Al menos tuvieron la oportunidad de tomarse un café rápido antes de empezar.

La reunión acabó y los profesores salieron del centro. Sara estaba bastante cansada y estresada al salir, pero aún se encontraba con fuerzas como para ir a su cita tan especial. No podía dejar pasar aquella oportunidad.

Por fin llegó a su casa después de un largo camino de vuelta. Abrió la puerta, dejó su material de trabajo en la mesa de su habitación, se tumbó en la cama y se durmió sin apenas darse cuenta.

Horas más tarde, se despertó con la sensación de no saber dónde se encontraba. Se incorporó y miró el reloj que le regaló su madre cuando era pequeña. No se lo podía creer, faltaba media hora para que Mark la fuera a recoger. Lo más rápido que pudo, se dio una ducha, se vistió con el mejor vestido que tenía y se maquilló como buenamente pudo.

 Sonó el timbre de su casa. Llegó el momento, debía aprovecharlo. Cogió una flor y se la colocó en el pelo antes de abrir la puerta. Allí estaba su cita de aquella noche, con un traje de chaqueta, bastante arreglado. Incluso usó la colonia de su padre para aquella cita.

Ninguno de los dos podía pronunciar palabra. Ambos se enmudecieron al ver cómo estaba el otro. Por fin Mark rompió el silencio.

– Estás… Estás preciosa…

– ¿De veras lo dices? No creo que de verdad lo esté, casi no me preparé para esta cita.

– Estás… Preciosa – Repitió Mark.

– Gracias – Contestó enrojecida al ver que su cita de aquella noche no podía casi ni hablar, tendiéndole la mano dulcemente.

Cuando por fin Mark volvió en sí mismo, cogió la mano de su compañera, la besó suavemente y dijo:

– Tengo reservada una mesa en uno de los restaurantes más famosos de la ciudad, ¿te parece bien?

– Por supuesto. – Respondió sonrojándose aún más.

Acabadas estas palabras, salieron del domicilio en dirección al restaurante. Una vez más, Sara no daba crédito de la situación en la que estaba. El día que tanto había estado esperando había llegado por fin. Tenía que aprovechar esa situación como fuese.

– ¿Cómo es que estabas tan nervioso al pedirme la cita esta mañana? – Rompió Sara el hielo.

– Yo… Es que me ha costado mucho pedirte la cita. Estuve toda la semana practicando con mi hermana para ver si me salía bien…

– Jajaja – Se rió al escucharlo. – Tampoco tenías por qué haberlo practicado tanto, sabes que siempre lo haces bien. – Dijo sin saber muy bien que decir.

– Claro que hacía falta, por una persona tan especial como tú haría cualquier cosa que estuviera en mi mano para que seas feliz. – Contestó tratando de complacerla.

Llegaron al restaurante y el camarero los llevó a su mesa. Les tomó nota del vino que iban a tomar aquella gran noche.

Después de una interminable espera, por fin llegó la comida. En aquel intermedio habían estado hablando sobre sus vidas, sobre qué querían hacer en el futuro. A Sara le parecía muy interesante la vida que le gustaría tener a Mark. Quería viajar por el mundo, conocer sitios nuevos, explorar paisajes… Por suerte ella también tenía ese deseo. Pero su verdadero deseo era viajar a su lado.

Mark pidió una lasaña de verduras, mientras que Sara se pidió un plato de pasta carbonara. Ambos disfrutaron de su plato, del vino y de tener al otro delante suya. Él parecía un poco nervioso mientras que ella estaba intentando no hacer ninguna locura.

– Y… ¿qué tal la familia? – Soltó Mark de repente.

– Bueno, a mi hermana hace tiempo que no la veo, desde que se fue a trabajar a Suecia no ha vuelto a hablarme. ¿Y la tuya?

– Lo único que me queda de familia es mi gata, que está muy tranquila en casa y mi hermana.

– ¿Ah, sí? ¿Cómo se llama tu gata? – Preguntó curiosa.

– Se llama Dala. Le puse el nombre pensando en mi madre, que se llamaba Daniela y en mi hermana Alba.

– ¡Qué nombre más bonito!

La cita continuó y siguieron hablando sobre sus cosas y sus gustos. Sara seguía encantada de que por fin hubiera llegado el día después de tanto tiempo esperando, ya que ella no se atrevía. No era capaz de prepararse el argumento para hacerlo. Al final Mark tenía razón, le costaba tanto declararse que debía preparárselo.

Pasaba el tiempo y Sara estaba cada vez más nerviosa. Sentía la necesidad de salir del restaurante y abrazarlo tan fuerte como si fuera lo mejor que tiene en el mundo. Era como una necesidad en aquel momento.

Se acabó la cita en el restaurante y ambos emprendieron el camino a casa de Sara, ya que Mark se ofreció a acompañarla.

– Ha sido una noche genial, me lo he pasado muy bien, me ha encantado estar contigo esta noche. – Comentó Sara estando ya en la puerta de su casa.

– Sí, a mí también me ha gustado bastante. Espero que podamos repetir.

Y antes de que Sara pudiera decir nada, Mark le dio un beso en el que se fundieron los dos con el brillo de la luna.

Han pasado ya cuatro años desde aquel momento. Ahora, Sara y Mark viven juntos en una casa que compraron al casarse junto a su hija recién nacida. Al fin formaron y viven como una familia, el verdadero sueño de Sara y Mark.

Pedro Estévez Herrera 3ºESO A